......"El mate compartido mide las horas vanas" (Jorge Luis Borges)
El
conocimiento de la yerba mate se remonta a los albores de la cultura
guaranítica. Era un alimento básico de los indios, que la usaban como
bebida, sorbiéndola de calabacillas mediante bombillas hechas de cañas o
también mascándola durante sus largas marchas. De ahí que la expresión
«mate», nace del vocablo quechua matí, que significa calabaza (el recipiente para beber mate suele ser hecho de calabaza).
El mismo se tomaba a través de una cañita denominada tacuarí, en cuyo extremo se colocaba una semilla ahuecada que hacía las veces de filtro. La yerba tenía en la cultura guaraní un rol social mas allá del fin meramente nutritivo, pues era objeto de culto y ritual, a la vez que moneda de cambio en sus trueques con otros pueblos prehispánicos: los incas, los charrúas y aún los araucanos a través de los pampas, recibían yerba elaborada de manos de los guaraníes. Este antiguo pueblo conocía sus propiedades y lo usaba como nutriente, estimulante y medicina. Era remedio para sus males, aliviaba el hambre, mitigaba el cansancio y la fatiga muscular, curaba sus heridas e incluso era usado por los brujos para adivinar el futuro de la tribu. Caá en guaraní significa yerba, pero también significa planta y selva. Para el guaraní, el árbol de la yerba es el árbol por excelencia, un regalo de los Dioses. Tomar la savia de sus hojas era para ellos beber la selva misma.
De los guaraníes, los conquistadores aprendieron su uso y las virtudes que posee, e hicieron que su consumo se difundiera en forma extraordinaria al punto de organizarse un intenso tráfico desde su zona de origen a todo el Virreinato del Río de la Plata.
El
mate se convirtió entonces en gran protagonista de la vida colonial. Lo
tomaban desde le virrey hasta el último de los esclavos. "Entre las
familias de dinero había una ‘cebadora’ para mate dulce y otra para
amargo, y también el ‘mocito del agua’, que tenía que cuidar que nunca
hirviera". Más
tarde, los jesuitas introdujeron el cultivo en algunas reducciones. La
Corona española les otorgó el total usufructo de los beneficios de la
yerba, y fue así que se enriquecieron la Orden y la región. Tanto que se
lo llamó ‘el oro verde’. El
éxito del mate en el Río de la Plata es bien llamativo, ya que al
principio fue prohibido tanto por la Iglesia como por las autoridades
civiles. “Cuando los jesuitas llegaron a la región del Paraguay
prohibieron el mate por considerarlo una herejía y una costumbre que
incentivaba la pereza y la haraganería. Hasta que vieron que los
guaraníes trabajaban mucho mejor cuando lo tomaban. Entonces, inventaron
el mate cocido, que en Europa se conoció como ‘el té de los jesuitas’.
Más de medio siglo después, el famoso naturalista francés Aimé Bonpland inició los primeros estudios científicos sobre la planta de la yerba mate, su cultivo y sus usos. Dos años más tarde, en París el botánico Saint Hilaire clasificó a la yerba como Ilex Paraguarensis.
Durante
los primeros años del siglo XX, nacieron las grandes industrias
yerbateras de la Argentina, que se establecieron en los puertos del Sur,
Rosario y Buenos Aires, pues la yerba mate, que seguía siendo explotada
en su mayoría en los montes naturales de Brasil y Paraguay, era
transportada por el Río Paraná.
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